lunes, 23 de enero de 2012

HAMLET: LA TRAGEDIA

El género al cual pertenece esta obra, es la tragedia, o tragedia de venganza. En ella se dan, pues, todos los elementos típicos de la misma desde su origen, esto es, el tono oscuro, la ironía, la
melancolía, la desesperación, la violencia, el misterio de la muerte, el suicidio, los símbolos (el fantasma, la calavera) etc. Es decir, como su propia definición nos indica: “una obra dramática de estilo elevado que representa una acción seria y grave entre los personajes importantes y donde, por regla general, el protagonista está movido por una pasión o por la fatalidad que irremediablemente le llevará a la catástrofe…” eso sería “grosso modo” la obra que nos ocupa, “Hamlet”.

Buena parte del argumento de “Hamlet” es heredado. Sin embargo las influencias no deben hacernos olvidar que también es el ejemplo más directo de  piezas teatrales contemporáneas a Shakespeare, donde el argumento tradicional se había encarnado ya en una fórmula escénica, que gustaba y era aplaudida por el público. El tema de la venganza ya era muy solicitado y popular. Este modelo entraña un desarrollo gradual, un ritmo de esclarecimiento y de castigo. Empieza por el crimen, generalmente un asesinato por diversos móviles (en el caso de Hamlet, el de su propio padre a manos de Claudio, hermano del mismo). Continúa con el “deber de venganza” recaído sobre el pariente próximo, que halla multitud de obstáculos para identificar al culpable, hasta que, en el último acto el criminal recibe un espectacular merecido. Todo ello, aderezado por tormentos físicos y mentales para llevar al culpable al infierno, en una condenación espiritual y eterna. En el caso de “Hamlet”, éste no mata a su tío al verlo rezando, quizá arrepentido de su crimen, pues si lo mata en ese instante, éste no alcanzaría el infierno sino el cielo y eso no es precisamente lo que se pretende.

Con esta obra “la venganza” gana en riqueza, ingenio y profundidad si tenemos en cuenta que:
-No hay un vengador, sino dos, Hamlet y Laertes. Así la brutalidad se reparte entre dos jóvenes que persiguen lo mismo, el asesinato.

-El vengador principal (que es también el príncipe heredero), es un joven intelectual, cultivado, de nivel universitario. Y el segundo, Laertes, hijo del Lord Chambelán, de espada rápida y que tiene una motivos (la muerte de su padre Polonio y de su hermana Ofelia), sin averiguar circunstancias, para vengarse del príncipe Hamlet y así cuando se bate con él, en el lance final, se comporta perversamente y en un descanso lo hiere con un arma envenenada.

-Shakespeare entremezcla los hechos perversos con los comentarios que de ellos hace Hamlet, quien además de inteligencia revela una profunda sensibilidad poética. Siendo en su mayoría monólogos, dichos comentarios sustituyen al antiguo coro griego que subrayaba las escenas pasadas o presagiaba las futuras. Debido al riquísimo lenguaje de los comentarios, la obra adquiere una grandeza que engloba, además de los hechos trágicos, vistos en escena, una meditación constante sobre la naturaleza humana, analizada por el gran juez de la época. La fingida locura del protagonista es otra ocasión para que ese mismo juez amargado fustigue a los hombres y a su medio.

-El Hamlet vengador no podía quedar vivo, pues el mal que había envuelto a sus padres debía aplastarle igualmente a él, como a Claudio y a Laertes, que osó desafiar al príncipe heredero.

-Las apariciones del fantasma ya no son burdas, como en épocas previas, sino que tienen una función específica; son espectaculares, graduales y oportunas, como para subrayar el misterio de nuestra relación con los muertos, relación honda, por otra parte en la época de William Shakespeare.

-La cantidad de número de muertos ya no se concentra en el último acto, sino que en el transcurso de la obra, van cayendo, primero Polonio, luego Ofelia y ya al final la muerte accidental de Gertrudis (la reina, madre de Hamlet), deja en el escenario a éste y a Laertes que, morirán, si bien antes el protagonista principal matará a su vez a Claudio. De este modo la sucesión de muertos se “civiliza” un poco, se aísla por grupos incluso se da cabida a los accidentes fortuítos y a los que parecen provenir de una voluntad moralista y divina como los casos de Polonio, Laertes y Gertrudis.

Mención especial merece Ofelia, la única inocente de ese mundo corrupto y cruel, …“esa rosa de mayo, preciada niña, dulce Ofelia”…, que se ahogó “…” mientras cantaba estrofas de antiguas baladas…, y que también muere, pues aquí, en la tragedia no hay cabida para el amor, aunque por un instante éste se haya podido vislumbrar.

En la tragedia griega, el elemento principal interno era la trama. Aquí ha quedado como un fondo gris, como si el viejo tema de la venganza se confundiera con algo más grande, con la fatalidad que envuelve al héroe. Quizás toda esa indecisión que alberga Hamlet y que le demora en su decisión sea para que lo veamos mejor, oigamos sus juicios poéticos y sintamos las debilidades de los hombres buenos que huyen del mal y la perversión pero que son arrastrados por la corriente de la tragedia, como también lo fue la pobre Ofelia.

Pero, en la obra, no sólo brillan el retrato nítido de Hamlet y el neblinoso y fugaz de Ofelia . Existen otros personajes sólidos cuya evolución psicológica es gradual e independiente y con un final,como ya comentaba anteriormente, como corresponde al género, trágico y dramático. Analicemos estos personajes, dentro del drama:
Claudio, el regicida, el hermano infiel carcomido por la hipocresía, la lujuria, y la ambición de poder, quien sólo finge arrepentimiento, pero sigue urdiendo fechorías. Personalmente lo considero un auténtico cobarde. Gertrudis la reina casquivana y tornadiza, cambiante y caprichosa. Polonio, el cortesano miserable, Horacio el sabio y oportuno amigo, el mejor amigo de Hamlet, la calma en medio de la tempestad; Laertes el cortesano zigzagueante, honorable a ratos y traicionero después. Y por último, también dos personajes más, Rosencratz y Guildenstern, aduladores del rey y listos para cumplir su voluntad, aún siendo un crimen, falsos e infieles como nadie. Todos ellos cada uno con su temperamento y en su posición social están en la obra, en esta gran tragedia como es “Hamlet” perfectamente perfilados.

BIBLIOGRAFÍA
    Carlos Eduardo Zabaleta, “Retrats simbólicos de Hamlet y Otelo”, Alma Mater,nº16,1999

    Texto de Marian Juliá Benique

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